Y mientras Fernando encuentra el camino y reflexiona, yo me divierto. En este sentido, podríamos titular este artículo con una paráfrasis de Víctor Hugo, Alois s'amuse. No sé qué tengo con Francia últimamente... Volviendo a la cuestión, el problema es que en provincias es difícil el entretenimiento. Sobre todo cierto tipo de entretenimientos, más propios de la capital, donde la gente tiene una mentalidad más abierta o, incluso, libertina. Y bien sabéis, sensatos lectores, que, para mentes cartesianas como la mía, lo libertino despierta toda clase de sentimientos encontrados y un gran atractivo. Sin embargo, aquí, en este pueblo en el que, por gracia o desgracia, he de pasar mi fecundo y nunca bien ponderado periodo descanso, el libertinaje está casi ausente o, por lo menos, se resiste a aparecer cuando uno más lo necesita.
Por otra parte, hay que tener en cuenta que Fernando es todo un caballero, cortés, discreto y elegante. Todo ello está ausente en una pequeña villa de provincias. Y no digo que la gente no tenga gracia, que, desde luego, carece de ella, sino que no viste con la corrección necesaria para despertar la admiración y el deseo. Así, uno ha de enfrentarse a un desfile de marquesas de boas y guacamayos, chonis, quinquis, montunos y otra serie de tribus provincianas, nunca lo suficiente urbanizadas como para adquirir el adjetivo usado. Ante esto, ¿qué ha de hacer uno, acostumbrado a los aspirantes a Fernando de la capital? ¿Ha de ceder a los quinquis? ¿Ha de ceder a las marquesas guacamayóforas? Yo creo que, es está situación, es mejor seguir esperando, no vaya a ser que Fernando me pille en otros menesteres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario