lunes, 29 de noviembre de 2010

La intermitencia de la moral


El liberalismo clásico, fruto de las mentes de grandes genios como Jean-Jacques Rousseau, John Locke o Adam Smith, parte de que, para lograr un Estado eficaz, las leyes han de ser pocas y comprensibles por todos. Únicamente con un estado pequeño, el individuo podrá ser realmente libre. Como dicen los teóricos, "Laissez faire, laissez passer".

Quien os escribe, al igual que los sabios de la Ilustración, prefiere guiarse por pocas normas. Eso no quiere decir que uno carezca de principios o de moral, sino que es de la opinión de que sólo guiándose por pocos preceptos, logrará cumplirlos todos. Gran falsedad. Y digo gran falsedad porque, en determinadas ocasiones, mis escasas reglas se tornan más pesadas que el Código Civil. ¿Qué hago entonces? ¿Hago una excepción o pierdo la oportunidad?

De momento, teniendo en cuenta que son pocas las oportunidades que se presentan, prefiero hacer una suspensión de la moral y crear mi propio estado de excepción. Al fin y al cabo, mientras no se haga daño a nadie, no hemos de ser siervos de la moral, sino que ésta debe estar a nuestro servicio. Aún así, siempre es terrible, a la par que admirable, ver como nuestros viscerales sentimientos se mezclan con la prístina claridad de nuestras ideas. Aquí es cuando la frase "El corazón ha de ser el mediador entre la mano y el corazón" cobra sentido. Los sentimientos siempre se cuelan en la relación entre la razón y los actos. Triste ménage à trois...

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Decálogo para un buen Fernando


1- Habrá de usar gafas de pasta, preferiblemente negras, aunque, en casos escogidos, se admitirá el rojo.

2- Será licenciado o similar, preferiblemente en letras. Un Fernando periodista será puesto en cuarentena. Un iletrado nunca podrá ser Fernando.

3- Dirá siempre lo que piensa. A los neuróticos e histéricos nos gusta contar con la mayor información posible.

4- Gustará de la buena lectura, no de autores de consumo. Con un libro de Acantilado o Pretextos bajo el brazo estará muy bien considerado.

5- Gustará de la buena música, sobre todo, de Bach, Mozart y Chopin. Si detesta a Wagner y Puccini tendremos mucho de lo que hablar

6- Gustará del arte. Si me lleva al Museo del Prado, me hará feliz. Si me lleva a una buena galería, seré suyo para los restos.

7- Vestirá bien. Con Zara y H&M se pueden hacer grandes cosas, no hay más que ver a quien os escribe... Si bien, una americana o unas zapatillas de El Ganso convertirían a Fernando en un ser delicioso.

8- Olerá bien. No me refiero a la higiene, cosa que se da por supuesta, sino a la prevención contra ciertos perfumes con los cuales mi hermosa nariz no se lleva bien. Fernando, oliendo a naranjas, estaría para comérselo.

9- No será especial comiendo. Gastronómicamente hablando, mis pequeñas zorras malpensadas. Yo todo lo hago rico y me gusta que Fernando deguste mis manjares. Y sigue sonando guarro, lo sé.

10- Será cariñoso. No cabe en mi cama un Fernando frío, un Fernando ausente y, menos, un Fernando castigador.

La difícil respuesta

- Fernando, ¿yo a ti te gusto?
- ¿Ahora me preguntas eso?
- ¿Cuándo si no? ¿Yo te gusto, Fernando?
- ¿Es que no lo sabes?
- No. ¿De otro modo, por qué te lo estaría preguntando?
- ¿Era lo que me querías preguntar anoche, tumbados sobre lo verde?
- ¿Tumbados sobre lo verde?
- Sobre la verde espesura. ¿No reconoce el esteta la metáfora?
- ¿Crees, Fernando, que estoy ahora para metáforas?
- ¿Para qué está pues mi vulnerable señorito?
- Estoy para obtener una respuesta. ¿Te dignarás a contestarme?
- ¿A qué quieres que te conteste?
- No juegues conmigo, Fernando. ¿Ha sido tan largo ya el diálogo? Quiero, de una vez, saber si si te gusto o si estás aquí por cortesía.
- ¿Por cortesía? ¿Por cortesía volvería yo el agua por ti?
- ¿Volvería el agua? ¿Una nueva metáfora? Acabaré por desistir de mi pregunta.
- ¿Desistirás? ¿Por qué será que lo dudo?
- ¿Te gusto?
- Me gustas. No hay más que preguntar.