- ¿Ahora me preguntas eso?
- ¿Cuándo si no? ¿Yo te gusto, Fernando?
- ¿Es que no lo sabes?
- No. ¿De otro modo, por qué te lo estaría preguntando?
- ¿Era lo que me querías preguntar anoche, tumbados sobre lo verde?
- ¿Tumbados sobre lo verde?
- Sobre la verde espesura. ¿No reconoce el esteta la metáfora?
- ¿Crees, Fernando, que estoy ahora para metáforas?
- ¿Para qué está pues mi vulnerable señorito?
- Estoy para obtener una respuesta. ¿Te dignarás a contestarme?
- ¿A qué quieres que te conteste?
- No juegues conmigo, Fernando. ¿Ha sido tan largo ya el diálogo? Quiero, de una vez, saber si si te gusto o si estás aquí por cortesía.
- ¿Por cortesía? ¿Por cortesía volvería yo el agua por ti?
- ¿Volvería el agua? ¿Una nueva metáfora? Acabaré por desistir de mi pregunta.
- ¿Desistirás? ¿Por qué será que lo dudo?
- ¿Te gusto?
- Me gustas. No hay más que preguntar.
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