
Sí, hijos sí. Ya lo decía Plinio el Viejo antes que uno, "In vino veritas, in aqua sanitas". En otras palabras, el alcohol es enemigo de la mentira y el agua, insípida e incolora, es siempre nuestra mejor aliada. Si no la confundimos con ginebra, claro... Y todo esto os lo confieso ahora, recién levantado, resacoso, tras una borrachera indecente.
No me podía ni imaginar que iba a acabar en ese estado. La tarde había comenzado con flores rojas, chocolate y bizcochos. Siguió con gente, escaparates y lucecitas. Pero, de repente, vi, aterrado a la par que admirado, como las copas de cava sucedían a las de lambrusco y como, al final, todo acababa regado con vodka.
Entonces pasó lo irremediable, apareció la verborrea. Es cierto. Cuando estoy borracho soy menos estirado, pero también soy más irónico, más cínico y, sobre todo, no soy capaz de callar ni debajo del agua. Así, acabo contando intimidades jocosas o tirándole los trastos a uno de mis mejores amigos. ¡Qué indecencia! En fin, menos mal que, al final, siempre se resuelve todo de la misma manera, encuentro un lagarto, lo llevo a un parque y acabo llorando cuando lo tengo que dejar. Sí. Uno puede convertirse en una zorra borracha, pero siempre será una zorra sensible.