sábado, 23 de julio de 2011

Andreas, ¿por qué me haces llorar así?

- Ahora engañas a Bach con Purcell. Menudo pájaro estás hecho.
- Creo que con Bach ya he llorado bastante, Fernando.
- Qué trágica que estás hecha, cómo si llevases una vida horrorosa...
- Horrorosa no, vacía quizá.
- Y ahora me dirás que está vacía porque ni yo ni mi violín del siglo XVII te acompañamos.
- No es eso, Fernando. Tú ya me das un poco igual.
- ¿Igual? Sabes que eso no es cierto. ¿De dónde viene esa melancolía, si no? ¿No me dirás que es todo por un martillo neumático y un destructor de papel?
- No, simplemente es porque pensaba que, después de una cosa muy mala, vendría algo muy bueno.
- La zorra estúpida y su teoría del equilibrio cósmico. ¡Qué desgracia de ilustración la tuya!
- Desgracia, sí. Desgracia no compensada.
- Nada compensa las desgracias, bien lo sabes. El día que me conociste te robaron una bicicleta. Pensaste que te llevarías algo a cambio y ya ves... Al final te quedaste sin bicicleta, sin mi y sin una chacona antes de dormir.
- Sí, al final siempre me quedo sin nada.




Henry Purcell, "O solitude, my sweetest choice", Z 406

Andreas Scholl
Accademia Bizantina
Stefano Montanari

jueves, 21 de julio de 2011

Días destructivos


Hay días que son una verdadera cadena de infortunios. Hoy, triste y desgraciado de mi, he vivido uno de ellos. Todo empezó bien temprano, a las ocho de la mañana. Un martillo neumático me sacó de mi plácido y breve sueño. Empecé el día maldiciendo mi suerte y a los obreros que todas las mañanas, desde hace una semana, me despiertan de la más terrible de las maneras, en medio de un terrible estruendo. Los métodos de ocupación laboral soviética, abrir zanjas para cerrarlas y, al punto, volverlas a abrir, han llegado a la Corte.

Mi infortunada jornada continuó en la galería de arte en la que asisto por la mañana. Había que destruir unos papeles. Para ello, hay que utilizar la destructora de papel, máquina cruel e irracional, pero juguetito preferido del jefe. Y cómo no, yo, que tan bien me llevo con las tecnologías, destruí la destructora. Cruel paradoja. Toda la mañana se me fue en intentar arreglar el desaguisado que había provocado. Inútil. La torpeza es un defecto que nunca me abandonará.

Por la tarde, mi trabajo alimenticio se me hizo todavía más tedioso que de costumbre. Las cosas que hay que hacer para poder comer. Estoy harto de Isidoro Álvarez, de las señoras y sus problemas con las lavadoras, de los morosos, los quejumbrosos, los indignados y de todo ese ambiente gris y mediocre. Creo que, a fuerza de estar trabajando ahí, siendo ya un tanto gris, me estoy volviendo también mediocre. Vamos una cosa terrible. Además, horror, horror, creo que estoy engordando y me estoy poniendo horrible. Y no, me niego a volver a mi anterior estado como foca marina. En fin, creo que hoy lo veo todo un poco negro. Menos mal que Purcell, tan británico y barroco, me acompaña en mis lamentos.


Henry Purcell, Dido and Aeneas, Z 626, "Dido's lament"
Malena Ernman
Les Arts Florissants
William Christie

viernes, 8 de julio de 2011

Ansiadas vacaciones


Queridos míos, tened por seguro que daría una pierna, o las dos, por estar ahora mismo tirado en cualquier playa. Bueno, en cualquier playa no, en mi playa, con su arena blanca, el mar azul de la ría y todos sus divertidos atractivos. Cómo echo de menos no fijarme en el reloj, tener tiempo para leer, para escuchar música, para pasear o, simplemente, para abandonarme a la molicie. Sin embargo, qué terrible, no puede ser. Mi secuestro urbano está planeado hasta el día 31 de julio.

Secuestro urbano. Pensaréis, la zorra esta ha perdido el juicio, ¿no es ella, siempre tan pesada y machacona, la que no para de decir, con su aire pedante, lo bien que se lo pasa en su Corte? Sí. No os voy a quitar razón. No seré yo quien hable mal de la capital de nuestro reino. La Corte es fascinante de octubre a mayo, pero, en verano, se torna horrorosa. No es sólo por el calor incesante, que sube desde el asfalto y va quemando por doquier, sino también por el éxodo de proporciones bíblicas que éste conlleva. En verano, los urbanitas abandonan el barco como ratas y la Corte, tan bulliciosa siempre, se convierte en algo más parecido al desierto del Sáhara. A ello hay que sumar decenas de modernas que dicen, pues yo me voy a Bari en verano; pues yo, que soy más zorra, a Ibiza; pues yo, que soy más rica, a Menorca; pues yo, que soy más fina, veraneo en Biarritz; pues yo, que soy caritativa cual madre Teresa, me voy a las misiones (por si pillo un buen negraco). Como veis, un infierno.

En fin, menos mal que, en tanto no llegan las vacaciones, todavía me quedan pequeños divertimentos. También me queda gente por compartir estos desiertos días, de lo contrario, a punto estaría de abirme las venas. Y tengo aire acondicionado en el trabajo, ¿de qué me puedo quejar? En fin. He de consolarme pensando que lo mejor de las vacaciones, no son las vacaciones en sí, sino el deseo de que las vacaciones lleguen pronto. Y yo las deseo. Fervientemente.

miércoles, 6 de julio de 2011

Representar el vacío


Hace unos días, escuché una frase que me encantó. Fue obra de uno de los artistas de la galería para la que trabajo. La escultura es una forma de poseer el volumen. Entendido así, este arte no es más que un intento de llenar el vacío. ¿No es una definición preciosa? Simple, fácil de entender, nada pedante. Tan impropia de un artista...

Uno por su cuenta, que no es nada artístico, ha seguido pensando y se ha preguntado, ¿y el vacío qué? ¿Quién se encarga de representarlo? El arte siempre llena las cosas, el vacío, el silencio, el espacio; pero es incapaz de representar la ausencia de las mismas. Aún así, recuerdo que Chillida, en su polémico proyecto para Timanfaya, pretendía crear un vacío. Los conceptualistas, con sus lienzos en blanco, trataban de sugerir también lo mismo. Los expresionistas abstractos, planteándose la posibilidad de que pudiese no haber nada, aterraban al espectador, conduciéndolo a la tortura de lo sublime. Todos ellos han tratado de expresar la nada, pero siempre a través de algo. Materialidad, inmaterialidad. Curiosa paradoja y rotundo fracaso.

Y os preguntaréis qué hace éste hablando de estas chorradas pseudofilosóficas. Pues no lo sé. Me estoy fijando en mis paredes, llenas de láminas, al mismo tiempo que pienso en el vacío. A lo mejor, cubriendo todos los huecos blancos de la pared, trato de convencerme de que hay algo. He ahí el quid de mi horror vacui. Quizá, pienso ahora la irrepresentabilidad del vacío implica su no existencia. Y una mierda que te comas, zorra, diría el señor Sartre, al final, únicamente queda la nada. Ay. Estoy de un existencialista que no me soporto...