
Queridos míos, tened por seguro que daría una pierna, o las dos, por estar ahora mismo tirado en cualquier playa. Bueno, en cualquier playa no, en mi playa, con su arena blanca, el mar azul de la ría y todos sus divertidos atractivos. Cómo echo de menos no fijarme en el reloj, tener tiempo para leer, para escuchar música, para pasear o, simplemente, para abandonarme a la molicie. Sin embargo, qué terrible, no puede ser. Mi secuestro urbano está planeado hasta el día 31 de julio.
Secuestro urbano. Pensaréis, la zorra esta ha perdido el juicio, ¿no es ella, siempre tan pesada y machacona, la que no para de decir, con su aire pedante, lo bien que se lo pasa en su Corte? Sí. No os voy a quitar razón. No seré yo quien hable mal de la capital de nuestro reino. La Corte es fascinante de octubre a mayo, pero, en verano, se torna horrorosa. No es sólo por el calor incesante, que sube desde el asfalto y va quemando por doquier, sino también por el éxodo de proporciones bíblicas que éste conlleva. En verano, los urbanitas abandonan el barco como ratas y la Corte, tan bulliciosa siempre, se convierte en algo más parecido al desierto del Sáhara. A ello hay que sumar decenas de modernas que dicen, pues yo me voy a Bari en verano; pues yo, que soy más zorra, a Ibiza; pues yo, que soy más rica, a Menorca; pues yo, que soy más fina, veraneo en Biarritz; pues yo, que soy caritativa cual madre Teresa, me voy a las misiones (por si pillo un buen negraco). Como veis, un infierno.
En fin, menos mal que, en tanto no llegan las vacaciones, todavía me quedan pequeños divertimentos. También me queda gente por compartir estos desiertos días, de lo contrario, a punto estaría de abirme las venas. Y tengo aire acondicionado en el trabajo, ¿de qué me puedo quejar? En fin. He de consolarme pensando que lo mejor de las vacaciones, no son las vacaciones en sí, sino el deseo de que las vacaciones lleguen pronto. Y yo las deseo. Fervientemente.
Secuestro urbano. Pensaréis, la zorra esta ha perdido el juicio, ¿no es ella, siempre tan pesada y machacona, la que no para de decir, con su aire pedante, lo bien que se lo pasa en su Corte? Sí. No os voy a quitar razón. No seré yo quien hable mal de la capital de nuestro reino. La Corte es fascinante de octubre a mayo, pero, en verano, se torna horrorosa. No es sólo por el calor incesante, que sube desde el asfalto y va quemando por doquier, sino también por el éxodo de proporciones bíblicas que éste conlleva. En verano, los urbanitas abandonan el barco como ratas y la Corte, tan bulliciosa siempre, se convierte en algo más parecido al desierto del Sáhara. A ello hay que sumar decenas de modernas que dicen, pues yo me voy a Bari en verano; pues yo, que soy más zorra, a Ibiza; pues yo, que soy más rica, a Menorca; pues yo, que soy más fina, veraneo en Biarritz; pues yo, que soy caritativa cual madre Teresa, me voy a las misiones (por si pillo un buen negraco). Como veis, un infierno.
En fin, menos mal que, en tanto no llegan las vacaciones, todavía me quedan pequeños divertimentos. También me queda gente por compartir estos desiertos días, de lo contrario, a punto estaría de abirme las venas. Y tengo aire acondicionado en el trabajo, ¿de qué me puedo quejar? En fin. He de consolarme pensando que lo mejor de las vacaciones, no son las vacaciones en sí, sino el deseo de que las vacaciones lleguen pronto. Y yo las deseo. Fervientemente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario