miércoles, 6 de julio de 2011

Representar el vacío


Hace unos días, escuché una frase que me encantó. Fue obra de uno de los artistas de la galería para la que trabajo. La escultura es una forma de poseer el volumen. Entendido así, este arte no es más que un intento de llenar el vacío. ¿No es una definición preciosa? Simple, fácil de entender, nada pedante. Tan impropia de un artista...

Uno por su cuenta, que no es nada artístico, ha seguido pensando y se ha preguntado, ¿y el vacío qué? ¿Quién se encarga de representarlo? El arte siempre llena las cosas, el vacío, el silencio, el espacio; pero es incapaz de representar la ausencia de las mismas. Aún así, recuerdo que Chillida, en su polémico proyecto para Timanfaya, pretendía crear un vacío. Los conceptualistas, con sus lienzos en blanco, trataban de sugerir también lo mismo. Los expresionistas abstractos, planteándose la posibilidad de que pudiese no haber nada, aterraban al espectador, conduciéndolo a la tortura de lo sublime. Todos ellos han tratado de expresar la nada, pero siempre a través de algo. Materialidad, inmaterialidad. Curiosa paradoja y rotundo fracaso.

Y os preguntaréis qué hace éste hablando de estas chorradas pseudofilosóficas. Pues no lo sé. Me estoy fijando en mis paredes, llenas de láminas, al mismo tiempo que pienso en el vacío. A lo mejor, cubriendo todos los huecos blancos de la pared, trato de convencerme de que hay algo. He ahí el quid de mi horror vacui. Quizá, pienso ahora la irrepresentabilidad del vacío implica su no existencia. Y una mierda que te comas, zorra, diría el señor Sartre, al final, únicamente queda la nada. Ay. Estoy de un existencialista que no me soporto...

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