
En El yo y el ello (1923) Sigmund Freud, padre de la teoría psicoanalítica, describe lo que él llamó modelo estructural del aparato psíquico. En este se distinguen el yo, lo consciente; el superyó, el juicio moral, y el ello, lo inconsciente. Cómo no, el más interesante es el ello. Oscuro, sórdido, poseído por toda clase de deseos inconfesables, sacudido por los más terribles traumas y complejos.
Últimamente, yo, que solía ser tan kantiano, tan amigo de la recta razón, he descubierto mi psique retorcida. Sí. El ello juega una parte muy importante en mi tranquila existencia. Así puedo descubrir que, debajo de lo que pienso de una persona, puede existir una pulsión totalmente contraria. A pesar de mi aire de tranquilo, estoy sujeto a toda clase de dicotomías, placer y dolor, amor y odio, atracción e indiferencia. Todo tan deliciosamente barroco.
Y así me veo ahora, sujeto a una deliciosa tensión mental. Tensión entre lo que creía que pensaba y lo que realmente sentía, tensión entre lo que no sabía y acabo de descubrir, tensión entre lo que creía indiferente y ahora, tras un momento de epifanía, encuentro delicioso. Definitivamente, he perdido el juicio. Desconcertado, contento, asustado, barroco. En fin, en mi cabeza, el señor Freud se ha cargado al señor Kant. ¿En qué acabará esto? Mejor no pensarlo...
Nicola Porpora, "Son qual nave ch'agitata", Artaserse, 1730
Simone Kermes
Venice Baroque Orchestra