
El viernes por la noche, al salir del Teatro Real, la zorra pérfida me preguntó "¿qué tal el ballet?" Yo, emocionado, le contesté, "una mariconada, pero una mariconada hermosísima". Esa fue mi impresión de La Belle, montaje basado en La bella durmiente de Tchaikovsky y presentado en el Real por Les Ballets de Monte-Carlo, institución bajo la presidencia de S.A.R. la princesa de Hanóver, ex S.A.S. Carolina de Mónaco.
La verdad es que no es posible cuestionar la pericia de su alteza real a la hora de presidir cosas. Y es que los casinos y un marido aficionado al frasco dejan mucho tiempo libre... Borracheras a parte, La Belle tiene, en primer lugar, una puesta en escena magnífica, a la par que sencilla. Recuerda a Oskar Schlemmer y su Triadisches Ballet, una de las manifestaciones más curiosas de la Bauhaus. De una forma entrañable, también trae a la mente todos los cuentos que hemos leído de niños. Así es su estética, de cuento.
A lo anterior hay que sumar el trabajo de los bailarines. En especial, el de Jérôme Marchand, la Reina Madre, un maromo de dos metros que se pasa toda la función dando saltos y girando cual peonza. Maravilloso. La bella, como es de esperar, era dulce, aunque no muy inocente. El príncipe, con su dentífrica sonrisa, nos muestra cómo perder aceite puede ser de lo más elegante. Aunque, modestia a parte, elegancia la de un servidor, que, según dijeron, parecía salido del taller de Tom Ford. Tom Ford en un escenario Bauhaus. Sólo el Real permitiría tal pastiche.
La Belle
Música de Piotr Ilich Tchaikovsky
Coreografía y dirección musical de Nicolas Brochot
Escenografía de Jean-Christophe Maillot
Les Ballets de Monte-Carlo
Del 6 al 11 de septiembre en el Teatro Real.
Innata, en tu caso. Me consta.
ResponderEliminarMiguel, ojalá fuese esto Facebook para poder darle a me gusta :)
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