
Hoy se cumple el segundo aniversario de mi traslado a la Corte. Bien recuerdo el día de mi llegada. Yo era un cateto, provinciano y apocado ex-gordo que llegaba a una ciudad grande donde no conocía absolutamente a nadie. ¿Qué podía hacer? Los primeros días me limitaba a caminar y caminar. El Barrio de Salamanca, la Latina, Austrias, la Gran Vía. Tenía que hacerme a mi nueva ciudad.
Sin embargo, pronto empecé a a salir de mi limitado cascarón mental. La curiosidad, instigada por cierto Pigmalión, comenzó a picarme cada vez más. Así descubrí que la respetable Villa y Corte es una degenerada Babilonia. Conocí el moderneo, el petardeo y, sobre todo, el mariconeo, tan ausente en provincias. Sí. Estuve en toda clase de antros, aunque también supe lo que es tener cerca cultura de verdad. Disfruté en los teatros, me emocioné con los conciertos, me conmoví en la ópera y exulté con toda clase de exposiciones temporales.
Con todo, me volví menos tímido, menos cateto, algo más cosmopolita. La Corte cambió mi forma de vestir, mi forma de pensar, mi forma de actuar... Sí, hijos sí. Creo que soy completamente diferente con respecto a dos años ha. Y más feliz. Aquí me siento libre, sin constricciones. Sin preocuparse por qué pensará la gente. Ay, no sé a dónde llegaré, lo que sé es que, por el momento, no me quiero mover de aquí. ¿Habré llegado a Ítaca?
Soy muy fan del concepto "ex-gordo" :P
ResponderEliminarY a Ítaca sólo llegas... si quieres llegar, así que tú verás ;)