miércoles, 13 de octubre de 2010

Spam poligonero

Raquero. Una persona muy especial, acaso Fernando, me descubrió hace unos días este particular término. En general define a aquellas personas, no muy amigas de las más bellas letras y que, por lo general, habitan los suburbios de las ciudades. Algunos sinónimos podrían ser barriobajero o el muy manido poligonero. Os preguntaréis por qué cabe aquí semejante vocablo. Pues bien, parafraseando, esta semana la palabra se me hizo carne y habitó conmigo unos cuantos días.

Os ilustro la situación. Todo empezó con la dureza de las condiciones laborales en esta Villa y Corte. Deseoso de encontrar una ocupación y, sobre todo, un sueldo que permitiese nutrir un poco mis escuálidas finanzas, decidí aceptar el primer trabajo que se ofreció. Yo era spam. Sí, queridos míos, sí. Durante tres días, debí trasladarme a una oficina inmunda, donde me obligaban a gritar unas consignas infames. Tras ese duro trance, me soltaban siete u ocho horas por barrios dignos de la mayor conmiseración. Allí, donde fui testigo de múltiples penalidades, así como de un intenso olor a orín y heces, debía ir mendigando, puerta a puerta, socios para una ONG. Os podréis imaginar el estruendo de decenas de puertas cerrándose ante mis nunca bien ponderadas narices.

Sin embargo, lo peor no era la sensación de estar dedicándose a la mendicidad. Tampoco la explotación a la que me sometía la empresa promotora de mis desgracias. No. Lo peor era el enfrentamiento diario a una escandalosa y salvaje ignorancia. Y es que mis compañeros de trabajo no eran, ni mucho menos, un dechado de buenas maneras ni un ejemplo de ilustración. Por desgracia, sus dientes mellados nunca se habían hincado en un buen pato relleno. Sus ojos, hundidos y enrojecidos, nunca se habían paseado por el intenso verde de un Greco. Sus oídos, maltratados por ruidos atronadores, nunca se habían conmovido con un sublime adagietto. ¿Qué podía decirles yo sin arriesgarme a quedar como un señorito provinciano y clasista? ¿Serían capaces de entender mi enrevesado lenguaje? Eso nunca lo sabré, pero lo que si descubrí es que raquerismo y felicidad parecen ser todo uno. Paradojas de la existencia.

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