lunes, 24 de enero de 2011

Un picnic al pie de la cruz


En nuestra católica cultura, se considera la Pasión como la tragedia por antonomasia. Dios se hace carne con el estéril fin de salvar a los hombres. Estos, corruptos y envidiosos, acaban por asesinarlo en el peor de los tormentos posibles. Sólo hay que ver el famosísimo retablo de Grünewald para darse cuenta de la magnitud de la carnicería. Una obscena amalgama de gritos, sangre, sudor y miembros crispados. Un tratado estético del asco.

Pero lo peor de la tabla no es esa apoteosis de la casquería, sino el sujeto que lo observa. A la derecha, ajeno al llano, Juan el Bautista señala tranquilamente y dice "Illum oportet crescere, me autem minui". Ante la tragedia, el observador debe disminuir en importancia, cediéndole su peso a la fuerza de lo trágico. Así nos sentimos todos ante estas imágenes; pequeños, violentos, extraños.

Sin embargo, aunque el sujeto espectador disminuya, únicamente él da sentido al drama. Es el verdadero protagonista. Su impasibilidad contrasta con la violencia de la escena. Y es esa lucha de contrastes la que genera la terrible tragedia. Así, la crucifixión no sería la misma sin ese grupo de soldados que, jugándose los despojos, contemplan, burlones, la escena. No hay tragedia sin cronistas, sin artistas, en definitiva, sin gente que, una plácida tarde de primavera, sube a hacer un picnic al pie de la cruz.

domingo, 23 de enero de 2011

Consejos maquiavélicos


Nicolás Maquiavelo, padre de la teoría política moderna, consideraba a César Borgia el prototipo de príncipe. Todo ello porque, a fuerza de combinar virtud con malas artes, había conseguido gobernar media Italia. Sin embargo también supo dar con el defecto que provocó su caída en desgracia y su triste muerte en el asedio de Viana. Y es que el mayor de los Borgia dependía de un poder ajeno a sí mismo y tremendamente voluble, la Iglesia. Así, la muerte de su padre, el papa Alejandro VI, significó su propia muerte política. Giuliano della Rovere, que odiaba a los Borgia, se convirtió en Julio II y, en unos días, César lo perdió todo. Fama, respeto, fortuna... Se escaparon como nubes impulsadas por el viento.

Si trasplantamos la anterior historia al plano afectivo, obtenemos una valiosa lección. Así como es bueno obtener gloria, poder y privilegios; también lo es conseguir amor, cariño y requiebros. Incluso, para algunos, el asedio de Amor es peor que el cerco a Viana. El problema es cuando no sólo asediamos a Amor, sino que nos damos cuenta que nuestra vida no tiene sentido sin esa lucha. Es entonces cuando dependemos del objeto amado. Luego, inevitablemente, nos pasa lo que a César Borgia; perdemos el asedio y nos matan vilmente en un descampado, despojándonos hasta de la ropa y lo peor, despojándonos de la dignidad.

De todo este embrollo pseudohistórico-literario, podemos sacar que, a pesar de que, como hombres, estamos condenados a vivir en sociedad, es imprescindible conservar nuestra individualidad. Y, sobre todo, evitando el anterior ejemplo, debemos conseguir que nuestra felicidad emane de nosotros mismos y no dependa exclusivamente de circunstancias o voluntades ajenas. Sí, la zorra filosófica dixit.


jueves, 6 de enero de 2011

Habría que pensarlo


- ¿Qué tal estás?
- Estoy triste, Fernando.
- Triste... ¿Por qué?
- Estoy triste porque yo estoy enamorado de ti, tú sigues enamorado de Jacobo y la vida es una mierda.
- Lo sabías desde el principio.¿No es cierto?
- Es cierto; me habías avisado. No estoy enfadado contigo, Fernando, solo conmigo. Yo me he dejado caer y ahora todo ha terminado. Me he estrellado contra el suelo.
- ¿Todo ha terminado?
- Sí. Me he enamorado de ti y ahora estoy sufriendo. Sufro cada vez que te vas por las mañanas, dejando únicamente tu olor en mis sábanas. Me muero de frío.
- Entonces, ¿qué propones? ¿Qué quieres hacer?
- Creo que, por un tiempo, tenemos que dejar de vernos, Fernando. Necesito asumir que no me quieres y convencerme de que solo seremos amigos.
- En otra ocasión, un chico, como tú, me dijo eso. No volví a saber más de él. Y ahora lo mismo contigo ¿Por qué?
- Todo eso pasa porque no somos adultos, Fernando. Somos como niños. Después de jugar, siempre acabamos tirándonos de los pelos.
- Es posible. No lo sé, habría que pensarlo.

martes, 4 de enero de 2011

Ensoñaciones de una tarta de crema revenida


Esta noche he soñado con Fernando. Sí, ha vuelto a pasar. Sonaba el primer movimiento del concierto para violín de Tchaikovsky y todo estaba pintado de azul, como si fuese el cielo de un cuadro de Velázquez. Fernando me besaba, con sus labios carnosos, y todo comenzaba a dar vueltas y más vueltas. Como veis, queridos míos, el sueño fue de folletín, de folletín de los peores. Estoy fatal. No sé qué opinaría el señor Freud de mis ensoñaciones de zorra solterona; ni qué opinaría el señor Mann de mi redundante lenguaje.

He soñado con Fernando y me he despertado y, en despertándome, me he dado cuenta que vale más la pena está dormido. Menos mal que siempre encuentro una salvación eventual. Un desayuno con Cuqui y la zorra pérfida, ambas arrecogidas en mi pequeño convento, devolvió a mi existencia la dosis necesaria de frivolidad. Sin embargo, el remedio es breve, de nuevo solo, no puedo sino continuar pensando en mi Fernando. Sí, otra vez. Me he despertado en el modo tarta de crema revenida. Patético romanticismo.

Total, me he despertado y sigo soñando con Fernando. El problema es que ya estoy harto de los sueños. Empiezo a cansarme de ellos y de mi ser poliédrico, a ratos, la zorra borracha; a ratos, el señorito frívolo, a ratos el perfecto muchacho provinciano y católico... Lo quiero todo a la vez. Quiero dejar de soñar y comenzar a tener; a mi Fernando, éxito personal, diversión, un piso en la calle Castelló... Lo quiero todo. Pero, por encima de todo, quiero volver a escribir textos dignos de ser leídos. Hoy, queridos míos, vuestra tarta de crema os suplica indulgencia. No da para más.