martes, 4 de enero de 2011

Ensoñaciones de una tarta de crema revenida


Esta noche he soñado con Fernando. Sí, ha vuelto a pasar. Sonaba el primer movimiento del concierto para violín de Tchaikovsky y todo estaba pintado de azul, como si fuese el cielo de un cuadro de Velázquez. Fernando me besaba, con sus labios carnosos, y todo comenzaba a dar vueltas y más vueltas. Como veis, queridos míos, el sueño fue de folletín, de folletín de los peores. Estoy fatal. No sé qué opinaría el señor Freud de mis ensoñaciones de zorra solterona; ni qué opinaría el señor Mann de mi redundante lenguaje.

He soñado con Fernando y me he despertado y, en despertándome, me he dado cuenta que vale más la pena está dormido. Menos mal que siempre encuentro una salvación eventual. Un desayuno con Cuqui y la zorra pérfida, ambas arrecogidas en mi pequeño convento, devolvió a mi existencia la dosis necesaria de frivolidad. Sin embargo, el remedio es breve, de nuevo solo, no puedo sino continuar pensando en mi Fernando. Sí, otra vez. Me he despertado en el modo tarta de crema revenida. Patético romanticismo.

Total, me he despertado y sigo soñando con Fernando. El problema es que ya estoy harto de los sueños. Empiezo a cansarme de ellos y de mi ser poliédrico, a ratos, la zorra borracha; a ratos, el señorito frívolo, a ratos el perfecto muchacho provinciano y católico... Lo quiero todo a la vez. Quiero dejar de soñar y comenzar a tener; a mi Fernando, éxito personal, diversión, un piso en la calle Castelló... Lo quiero todo. Pero, por encima de todo, quiero volver a escribir textos dignos de ser leídos. Hoy, queridos míos, vuestra tarta de crema os suplica indulgencia. No da para más.

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