
Nicolás Maquiavelo, padre de la teoría política moderna, consideraba a César Borgia el prototipo de príncipe. Todo ello porque, a fuerza de combinar virtud con malas artes, había conseguido gobernar media Italia. Sin embargo también supo dar con el defecto que provocó su caída en desgracia y su triste muerte en el asedio de Viana. Y es que el mayor de los Borgia dependía de un poder ajeno a sí mismo y tremendamente voluble, la Iglesia. Así, la muerte de su padre, el papa Alejandro VI, significó su propia muerte política. Giuliano della Rovere, que odiaba a los Borgia, se convirtió en Julio II y, en unos días, César lo perdió todo. Fama, respeto, fortuna... Se escaparon como nubes impulsadas por el viento.
Si trasplantamos la anterior historia al plano afectivo, obtenemos una valiosa lección. Así como es bueno obtener gloria, poder y privilegios; también lo es conseguir amor, cariño y requiebros. Incluso, para algunos, el asedio de Amor es peor que el cerco a Viana. El problema es cuando no sólo asediamos a Amor, sino que nos damos cuenta que nuestra vida no tiene sentido sin esa lucha. Es entonces cuando dependemos del objeto amado. Luego, inevitablemente, nos pasa lo que a César Borgia; perdemos el asedio y nos matan vilmente en un descampado, despojándonos hasta de la ropa y lo peor, despojándonos de la dignidad.
De todo este embrollo pseudohistórico-literario, podemos sacar que, a pesar de que, como hombres, estamos condenados a vivir en sociedad, es imprescindible conservar nuestra individualidad. Y, sobre todo, evitando el anterior ejemplo, debemos conseguir que nuestra felicidad emane de nosotros mismos y no dependa exclusivamente de circunstancias o voluntades ajenas. Sí, la zorra filosófica dixit.
es precioso...
ResponderEliminarY estoy totalmente de acuerdo: a veces no nos damos cuenta de lo cerca que nos tenemos a nosotros mismos... Gracias por hacernos pensar "zorra filosófica".