Una palabra define mi día, hartazgo. Harto de los despertadores, del trabajo, de los horarios, de las quejas, de las reclamaciones, de las protestas, de las sugerencias, de la gente en general, de la clientela en particular, de las pijas, de los pijos, de los barriobajeros, de los incultos, de los imbéciles, de los que resucitan y de los que mueren. Paciencia. De la ciudad, de la navidad, de las fiestas, de las luces, del tráfico, de los paraguas, de la lluvia, del barro, de los golpes, de los adolescentes que tocan a mi timbre, del ascensor, de la bicicleta, del ordenador, de la lavadora. Respiro. Harto del dolor de cabeza, del dolor de garganta, del dolor de pies, de los bollos que le salen a los jerseys, de los zapatos que se estropean, de las zapatillas que sé que no me voy a comprar, de los regalos que no me haré. Tranquilo. Harto de las fregonas, los estropajos, la lejía, de la lista de cosas sin hacer, de la lista del supermercado, de la colada, de mi menú semanal, de las compañeras que se pasan una hora en la ducha y malgastan el gas. Calma. Harto del gas, de la factura de la luz, de la factura del teléfono, de la renta que hay que pagar, de lo que queda de mi sueldo a final de mes. Es así. Harto de los compromisos, del ocio que se convierte en negocio, las citas, la vida en sociedad, la sociedad, el mundo en general. Tiempo.
La cotidianidad enquistada, supongo.
ResponderEliminarEste mundo es mucho más prosaico de lo que nos pintan de pequeños o quizá se debe todo a un problema de escalas... Sea como fuere de lo que la perspectiva era a lo que la realidad es, hay un gran deterioro...
No nos queda sino aguantar, supongo, y buscar en la felicidad en prestidigitaciones.
Un abrazo y ánimo
Ánimo!
ResponderEliminarHoy más que nunca me siento identificada con esta entrada de tu blog, hartazgo define a la perfección mis últimas semanas.
ResponderEliminarAhora calma, mucha paciencia, optimismo y disfrutar de las pequeñas cosas es lo queda...