- No me hablas, no me llamas, no me escribes. No me quieres.
- Estás equivocado, Fernando. Eres tú quien no me quiere.
- Te echo de menos.
- ¿Me echas de menos? No me hagas reír. ¿Por qué me dices esto ahora?
- Porque es la verdad. Y tú también me echas de menos, lo sabes. Añoras mi calor, mis susurros, mis caricias y mis besos.
- Eres cruel.
- ¿Yo cruel? ¿No eres tu el que sale con Sebastián por venganza?
- Aquí no hay ánimo de venganza, Fernando.
- Yo te hice daño y tú, para resarcirte, quieres hacer a otro pedacitos. No puedes hacerlo. El imperativo categórico te lo impide.
- No sé que tiene que ver Kant en todo esto. Yo fui sincero con Sebastián, le dije la verdad desde el principio. Está de acuerdo.
- ¿Y qué te ha dicho? ¿Le compensa a él, como a ti te compensaba estar conmigo?
- Eres cruel de nuevo, Fernando. Déjalo ya.
- ¿Dejarlo? Cuanto más cruel soy, más te enamoras de mi. Eres estúpido.
- Sí, es una desgracia. Soy estúpido. Por eso estoy aquí, dándote la réplica. ¿Cuándo acabará este diálogo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario